miércoles, 23 de diciembre de 2020

Reconstruyendo el tiempo

 

Carajo, se murió el Daniel Salzano (*)

por Juan Carlos Alarcón

 

Nuestras dos familias eran de barrio Pueyrredón, de la calle Charcas; pero nos separaba la Avenida Patria que era una frontera peligrosa para ambos lados. Además, Daniel era de familia fanática radical y yo de familia peronista, fanática.

Recuerdo que un día le dije: nunca me saludaste, ni siquiera a la salida del cine del colegio Robles. Entonces me miró y largó una carcajada respondiendo:“Cómo te iba a dar bola si vos eras un pendejo?” Tenia razón, 5 o 6 años es una enormidad cuando uno es chico. Yo era un pendejo y él era viejo.

Pienso, que nosotros nunca fuimos amigos, aunque hubo periodos que nos frecuentábamos seguido y varias veces comíamos en familia ya que Cristina, su mujer, era también muy amiga de mi esposa. Ellas se conocían desde adolescentes.

Por aquella época muchas veces yo pasaba a buscarlo por la redacción del diario La Voz del Interior y nos cruzábamos al bar del frente a tomar cafés. Cuando yo me largué con la aventura de hacer una película, como no podía ser de otra manera, él fue uno de los primeros en hacerme una entrevista.

El día que se casó con Cristina nos habían invitado y fuimos con mi mujer. Fue el casamiento más original que asistí hasta el día de hoy. Había docenas y docenas de quesos diferentes, de todo tipo y gustos haciendo juego con panecillos también de todo tipo sobre mesas de distintos niveles y una decoración teatral. En realidad parecía la escenografía de una pieza de teatro donde los invitados eramos los actores. Algún tiempo después nos encontrábamos en el bar Unión y me dijo “No me digas que la fiesta de mi casamiento no fue linda?” Yo le respondí: Espero que nunca más te vuelvas a casar porque me recagué de hambre, los quesos a mi nunca me gustaron. Capaz que siguió mi consejo porque nunca se separó de Cristina.

Hay algo que tengo que reconocer, siempre me gustó su manera de escribir y hasta influenció en la mía. Lo supe un día cuando yo venía de borronear un poema donde había una frase “Traficante de luna / que lleva una herida en la sangre...” Allí pensé : Carajo, esto también es de Salzano. El era diabético, insulino-dependiente y varias veces yo lo había visto pincharse.

Su primer libro de poema “Oh beibi” me encantó, era una oda al cine. Pero cuando después publicó "Versos que escribí para que tocara Jelly” me marcó a tal punto que muchos más tarde cuando yo publiqué “País Chúcaro” (Ed. Recovecos) le dediqué el poema 16.


La ultima vez que tomamos un café fue unos años antes de morir. Nos encontramos por casualidad. Yo iba caminando por la Av. General Paz y él salia  del edificio de los gallegos, La Casa de España. Yo no lo había visto y siento que desde atrás me dice : “Ya no saludas cordobés trucho?”

Hablamos un poco de nuestras respectivas familias, por supuesto mucho de cine y me dijo que había leído mi novela “Cuando los pájaros vuelan en libertad” y que yo no había dejado de admirar a Víctor Stasyzyn, que había sido su jefe cuando él escribía en la página de espectáculo de La Voz. Yo sonreí y estuve a punto de contarle un secreto: No, lo que quiero, es escribir como Daniel Salzano; pero ese secreto ni en pedo se lo confesaría porque nosotros no éramos amigos.

 

 

Poema 16 (a Daniel Salzano)

 

Alguna vez, caminé Rivadavia arriba

examinando los jardines del mercado de abasto

escupiendo nicotina

discutiendo política con viejas prostitutas.

Algunas veces, he esperado la mañana

despeinando madrugadas,

he bebido elixir de vida desde el fondo de una copa

mientras una serenata se escapaba por la ventana

del hotel Walford

y, más tarde, en el bar Claudia

al primer trasnochado que bebía café con sacarina

le pregunté por Daniel

y me respondió:

le está escribiendo a Jelly.

 

“País Chucaro” (Ed. Recovecos; Cba)

(*) publicado en el blog de Radio Bumerang Argentina, 2014.  El 24 de diciembre moría uno de los grandes poetas de Córdoba, Argentina.

 

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

El misterio de un pancho



Hay misterios que quedaran misterios toda la vida. La noche estaba fría, pocas ganas de cocinar, poca mercadería en la heladera. Bueno, un pancho con dos salchichas, mayonesa y un resto de chips triturado. Cuando voy a la Argentina, por todos los lugares que paso trato de comer un pancho gigante para ver las diferencia regionales.

Aquí en Francia no es el mismo pan, el hot-dog no es el pancho; pero, bueno “es lo que hay” diría mi sobrina Caro cuando me hacia comer tres veces por semana polenta con queso.

Miré el pancho para ver por donde lo atacaba. Asociación de idea?... Recuerdos que a veces brotan como vertientes?... Lo cierto fue que pensé en un día que llegué a la Argentina. Por ese entonces Alfonsin ya era Presidente y nosotros, los prohibidos, ya podíamos visitar la familia y los amigos. El camino era simple, de Ezeiza a Retiro y de Retiro en colectivo hasta Paraná. Así comenzaba mi peregrinaje, después por todo el país.

Recuerdo que estaba en Retiro y debía esperar un par de horas mi colectivo, y me senté en los andenes, desde donde salen los vehículos para todo el país. Una mujer policía se paseaba de una punta a la otra controlando las incivilidades que pudieran ocasionarse. A pesar que vi el piso lleno de colillas de cigarrillos, me acerqué a la mujer policía y le pregunté si allí se podía fumar, quien me miro de los pies a la cabeza y me respondió: No, poder no se puede, pero esta consentido. Yo fumé mi cigarrillo tranquilamente cuando veo que adentro había un quiosco que vendía panchos gigantes. Ni dudarlo, entré me compré uno con una gaseosa y volví afuera donde había dejado mi valija.

Yo estaba saboreando mi pacho cuando la mujer policía se me acercó y me dijo: “Señor Alarcón, no creo que este sea un buen lugar para esperar su transporte; seria mejor que buscara otra forma de desplazarse” Y siguió caminando.

Acostumbrado al pasado, todo mi cuerpo se tensó de golpe. Acaso fue el instinto, que se despertaba muchas veces en época de la dictadura y sin haber terminado de comer, arrojé los restos adentro de un tacho de basura y salí de la Terminal de Ómnibus; tomé un taxi hasta Aeroparque donde saqué pasaje en el primer avión que salia para algún lugar conocido. Llegué a Pajas Blancas, en Córdoba; nuevo taxi a la Terminal de Ómnibus local y allí tomé el colectivo que iba a Paraná.

Nunca supe por qué la mujer policía me pidió salir de Retiro. Podría imaginar que ella vio las etiquetas pegada a mi valija y se dio cuanta que yo venia del extranjero; podría... Pero cómo es que sabia mi apellido? Porque fue por mi apellido que ella se dirigió a mi. Es un misterio que jamas pude descifrar.

 

lunes, 19 de octubre de 2020

Mucho silencio: Se murió el Hugo Bastos.




 Por Juan Carlos Alarcón

 

Siempre pensé que Hugo Bastos era uno de los grandes artistas plásticos argentino que dio mi generación. Además tenia un humor de siete suelas, diría el Chito Zeballos un amigo común folclorista.

Cuánto hace que nos conocíamos con el Corcho? Ese era el sobrenombre con el cual lo identificamos a Hugo Bastos. No me acuerdo, pero ya en el 1968 él había dibujado mi retrato que no hace mucho utilicé como tapa de un libro mio en español “Any Lorac punto com”, Signo Vital; Ediciones Digitales. 

Recuerdo que largamos juntos el secundario en la escuela de Bellas Artes “Figueroa Alcorta” y si bien teníamos diferencias políticas de las cuales casi no hablábamos nos unía el amor por la música folclórica, la poesía, el dibujo y las ganas de morderle el codo a la vida.

En aquella época nos juntábamos casi todos los fines de semana en su casa para crear de todo un poco: Los dos tocábamos la guitarra, los dos escribíamos poesía, los dos dibujábamos, pero el Corcho se inclinaba mas hacia el grabado mostrando su futuro como artista plástico y yo escribiendo historias que todavía nadie leía. Por supuesto, su primera exposición la tendría que hacer conmigo “Poemas ilustrados” en la galería Avant Garde y de allí saltamos a Mar Chiquita con los mismo cuadros, mis poesías y sus dibujos. No hace mucho nos reíamos recordando esa exposición porque el Hugo comentaba, que fue la exposición mas descansada que tuvo ya que fue realizada en una sala de la intendencia de Miramar y no nos permitieron poner clavos en las paredes para colgar nuestras obras y tuvimos que poner los cuadros sobre sillas apoyadas a los muros.

Todavía recuerdo a su mamá que mientras nosotros “trabajábamos” ella nos traía sándwiches y una jarra con jugo. Por ese entonces apareció Teresa y se notaba que estaba enamorado porque siempre me hablaba de ella.

La vida nos fue separando porque yo tenia una doble vida: una pública y otra mas oculta como militante peronista. Recuerdo un día que me metieron preso el Corcho me hizo llegar un mensaje preguntándome cómo me podía ayudar. Le respondí que si me quería un poco no se metiera conmigo para que él no tuviese problemas. Eran épocas difíciles y él no las entendía muy bien. Sin embargo; cada que podíamos, yo iba a su nueva casa porque ya se había casado con Teresa.

Con los años yo aterricé en Brasil, luego en Francia como exiliado político. Pero nunca cortamos nuestra amistad, siempre que pasé por Córdoba fui a visitarlo a su casa o por su taller de dibujos en el centro de la ciudad donde tomábamos un vino y un par de empanadas.

Hace algunos años nos encontramos en el FB y, mas tarde, con el asunto de la pandemia, como muchos de nosotros, nos instalamos en la red para no cortarnos del mundo y distraernos. y de tanto en cuando charlábamos en privado. Entonces, el Hugo me decía “cuidate loco, que todavía tenemos pendientes algunas empanadas y un vino” porque sabia que yo estaba muy enfermo. Hasta me pidió que le escribiera algún texto porque él quería componer un chamame.

Desde hace algunas semanas desapareció del FB, y me angustié pero no quería preguntar por él. Cada que lo hago por amigos de mi edad me llevo sorpresas no agradables.

Allí vienen de avisarme que el Hugo se murió.

 

 

jueves, 3 de septiembre de 2020

Ahh La Feria de la poesía en París

Juan Carlos Alarcón


Yo tengo un problema con la poesía, siempre dije que escribir para abajo no era ser poeta. Pero todavía deben pensar que lo soy, porque me vienen de enviar el nuevo programa del Marché de la Poesie de París 2020 invitándome a participar. Entonces sonreí, ya que me acordé de una anécdota antigua con una amiga.
Hace algunos años Clementina Rossini, poeta pampeana, vino a París a presentar un libro suyo “Saveur à vie” publicado en Francia. Con Clementina somos amigos desde hace mil años, tantos que muchos creen que somos hermanos, y fue por eso que yo la acompañé por todos lados haciendo de traductor.

Recuerdo el día que presentó su libro. En París también se desarrollaba la Parada Gay y desfilaban justo por la puerta del lugar donde se hacía ese evento cultural. Como el Barrio Latino era una locura y estábamos por llegar tarde, le pedí que se bajara del auto y le expliqué, que caminando podía llegar a tiempo a la presentación de su libro de poemas. La cuestión fue que, buscando donde estacionar mi auto, yo llegué tardísimo al lugar. Y qué veo?... La veo a Clementina charlando animadamente rodeada de personas disfrazadas, hasta algunas con muy poca ropas y plumajes llamativos.


Parece ser que a los gay también le gustaban sus poesías y varios habían decido entrar a saludarla. Yo me tenté de la risa porque si eso se sabría en La Pampa le harían bromas hasta el resto de su vida. Entonces, aprovechando que una periodista quería hacer un video entrevistándola para la TV, la tomé del brazo y nos fuimos a un bar argentino. Allí le hicieron el reportaje a Clementina mientras tomábamos mates. El Sur, en aquella época, era el único bar en París donde se podía tomar mates.

Entre la agenda que la editorial le había preparado a Clementina Rossini, figuraba la Feria de la Poesía una semana mas tarde. donde debía firmar autógrafos de sus libros. Cuando yo vi el programa se me puso negro el horizonte, puesto que me habían incorporado a mí también para hacer lo mismo con los míos “Ambición de Existir”. Recuerdo que yo puteaba en casa contra todos los santos que conocía; pero Clementina estaba contenta y radiante porque no estaría sola en un país donde no conocía el idioma, yo estaría sentado a su lado. Reconozco que era un prestigio que estuviéramos invitado por la Embajada de España en su propio stand. Si yo hubiera estado solo, seguro que hubiera pegado el faltazo argumentado que estaba muy enfermo muriéndome, pero respiré hondo y decidí ir con la Clemy, como la llamo cariñosamente.

Creo que fue el segundo o el tercer día que nos tocaba a nosotros. Sí recuerdo bien es que llegamos temprano, antes de que se abriera al público, y aprovechamos para tomar un café en un bar al frente de la plaza Saint-Sulpice donde se realizaba la Feria de la Poesía. Clementina de repente me dijo “Pará loco, te conozco bien y cuando vos tienes esos ojos pícaros es porque estas tramando algo!”. Yo pensé que no era justo que mi amiga crea esas cosas de mí.

El stand de la Embajada de España era como todos los stand de todas las ferias de libros, estanterías repletos de autores españoles y varios latinoamericanos, una mesa larga con un mantel blanco que llegaba hasta el suelo y encima más libros. En esa mesa había cuatro cartelitos con los nombres de los poetas que ese día estarían en contacto con el público. Por supuesto Clementina haciéndose la tonta cambió el orden de los cartelitos poniéndome a su lado para que nosotros pudiéramos chusmear tranquilos mientras firmábamos autógrafos. Recuerdo que cuando se abrieron las cortinas una marea de gente se balanceó sobre nosotros. Yo levanté rápido los dos brazos en alto gritando “soy inocente” mientras Clementina dibujaba la mejor de sus sonrisas y escuchaba, sin entender nada, lo que le decía la gente. Yo nunca tuve suerte con esos tipos de eventos culturales, cuando estaba por firmar el segundo libro se me cayó la birome al piso, debajo de la mesa, y me agaché a recogerla.


Clementina me contó después, que estaba preocupada porque yo había desaparecido de golpe y los gallegos me andaban buscando por todos lados. Lo que pasó fue que estando debajo de la mesa vi la punta como un túnel tentador y en cuatro patas me fui deslizando hasta escapar por allí. Luego me fui tranquilo a tomar un café a un bar y leer un libro esperando que terminara mi amiga pampeana de firmar sus libros. Los ojos que tenía Clementina cuando me encontró despedían fuego “Yo sabía que algo estabas tramando esta mañana”. Entonces puse cara de inocente como esos chicos que hacen travesuras y para demostrarle que un accidente puede sucederle a cualquiera la invité a cenar en Montmartre frente a la Place Tartre, la de los pintores.

Reconozco que me salió más caro que si yo mismo me hubiera comprado todos mis libros, ya que la finalidad de las ferias de libro es para eso, para que las editoriales vendan más. Por eso digo a menudo, que los salones y las ferias de libro no son otra cosa que grandes librerías colectivas con animación de autores.

 


jueves, 30 de julio de 2020

Coincidencia

Juan Carlos Alarcón

Recuerdo, fue un día cuando estaba dando clase, descubrí una estudiante al fondo de la sala, casi escondida. Hasta ese momento ella no había hecho ninguna pregunta, se mantenía con una discreción enorme. Yo la descubrí por casualidad y le pregunté ¿por qué teniendo unos ojos tan hermosos me los quería ocultar escondiéndose detrás de los otros estudiantes? Ella me miró sorprendida y se veía que su timidez era enorme como la torre Eiffel y no sabía que decir. Entonces, le comenté: cuéntame un poco el tema de la clase como si fuera una conversación al oído, una conversación entre amigos. Luego agregué: yo tengo una sobrinita que tiene tu misma sonrisa y ella, que es no es tan tímida como vos, sonríe siempre.

Lo único que atinó a responder la estudiante fue:

- ¿Y cómo se llama su sobrina? Me mató. Eso no lo esperaba. Entonces sonreí, le pasé mi mano cariñosamente por su mejilla, y dije:

- Lisbeth.

Ella terminó por asesinarme del todo cuando respondió:

- Yo también me llamo Lisbeth!

Siempre pensé que la vida tiene imprevistos imponderables. Entonces le comenté que cuando pase su examen final, ella ya tiene tres puntos a su favor y todo el mundo se cagó se risa.

 


martes, 14 de julio de 2020

Las tres Cruz

Juan Carlos Alarcón

Como de costumbre las hermanitas Cruz entraron a casa como un torbellino y por detrás su padre, mi hijo, que se hacia el tonto. Las 3 Cruces, como yo les llamo, son mis tres nietas: Magdalena Cruz, Massilia Cruz y Mariana Cruz.

La gran incógnita familiar es: por qué a sus tres hijas le pusieron el mismo segundo nombre? Mi teoría es porque cuando llaman a una sola lo hacen por su primer nombre, pero cuando quieren retar a las tres, porque han hecho alguna macana, sus padres gritan: Cruz!... y las tres se detienen de golpe, sonriendo como si fueran tres angelitos.

Las hermanitas Cruz funcionan como trillizas, pero no lo son, se llevan dos años entre cada una de ellas. Y aunque las travesuras las hacen juntas cada una tiene su propio carácter. Magdalena es muy charlatana, habla hasta por los codos dirían en Argentina; Massilia es pura sonrisa pero muy inquieta, “demasiada” aclararía su abuela y, Mariana, con sus enormes ojos azules se pasa observando para todos lados hasta que encuentra algo que pueda servirle para jugar o encapricharse. Las nenas corrieron a hurgar toda la casa porque saben que en algún lado yo tengo escondido alfajores de fruta y caramelos de leche.

Cuando mi hijo entró a casa y por los ojos que puso, aunque no dijo nada, seguro que debió pensar que me había vuelto loco.

Sobre la mesa del comedor yo había puesto todos los vasos que tengo boca abajo, hasta por las dudas también tiré las flores y puse boca abajo los dos jarrones. El consejo de hacer eso me lo dio Silvia Mouzo, Vipi, cuando hace algunos años le comenté que llevaba días buscando unos papeles que no podía encontrar. Según ella, si ponía un vaso boca abajo, eso me ayudaría para acordarme y encontrar mis malditos papeles. Pero, como al día siguiente, yo seguía sin encontrar nada, me dije que tal vez mis vasos eran pequeños y puse todo lo que tenía boca abajo. Nunca hallé nada, pero continué haciéndolo cada vez que se me extraviaba algo.

Magdalena se paró a un costado de la mesa y luego de pensar un rato, preguntó si eso era una escultura. Ella se venía de acordar que una vez la habían llevado a una exposición donde todos los techos estaban cubiertos de tenedores, cuchillos y cucharas que colgaban.

Mi hijo que bien conocía esta manía mía, me preguntó: qué perdiste esta vez?

- Mis dientes! Hace días que lo estoy buscando.

Este largo periodo de usar el tapa boca tiene su pro y su contra. La parte positiva, más allá de evitar el virus maldito, era que siempre andaba con la boca cubierta y no tenía que preocuparme por andar poniéndome a cada rato la dentadura postiza. Lo contra fue que hace tanto tiempo que no usaba los dientes postizos que los había perdido, ya ni idea dónde los guardé

Entonces, Massilia pegó un grito de contenta y apareció con un paquete sin abrir de alfajores que encontró en mi dormitorio adentro del ropero.

Una hora más tarde se fueron y yo los saludé desde la ventana mientras se acomodaban en el auto. De pronto Mariana comenzó a gritar y llorar. Mi hijo se bajó y volvió a entrar a mi casa para devolverme mis dientes. Mariana los había encontrado y se los llevaba para jugar con sus muñecas.

 


viernes, 3 de julio de 2020

Cuestión de cultura :


Juan Carlos Alarcon

Acaso 6 meses puede ser mucho tiempo o tal vez poco, todo depende desde el ángulo de vista que uno mire las cosas. Recuerdo que me iba para Argentina donde pensaba linyerear por varias provincias y en ciertos lugares inhóspitos que siempre visito
Claro, en Argentina la gente también tiene dos ojos, una nariz, una boca, dos brazos y hasta el sexo entre las piernas, como aquí en Francia. Todo parece igual, salvo las costumbres cotidianas. Eso que  normalmente le llaman cultura.
Después de 6 meses regresé a Francia y me encontré con el primer choque cultural. A mi hija se le ocurrió reunir toda la familia en su casa a cenar y me preguntó si continuaba con mi dieta. Tonto de mí le dije que sí. En Argentina mi dieta consistía en asados, achuras, empanadas, cordero al horno con papas, sorrentinos caseros con salsa de pollo, dorados del Paraná asados a la parrilla con limón, envueltos en papel de aluminio, pucheros con choclos y batatas, hasta un guiso de mondongos me hicieron. La dieta era simple: comer moderadamente. Era el consejo que me daban cuando me ponían un plato de locro en pleno verano. Pero esa dieta me parecía justa.
La primer cena que me sirvió mi hija fue: de entrada una bolita de arroz con queso y atún acompañada de ensalada verde. Después puso frente mío una diminuta costeletita de cerdo con salsa de champignon y papitas hervidas al vapor. Me cagué de hambre! Sin embargo no podía decir nada, porque mi nieta “Magda, la princesita”, como le llamo a la hija de mi hijo, me iba contando las calorías con una calculadora en la mano. Ademas, cada que mis ojos se ensombrecían, mi hija miraba sin disimulo la balanza electrónica que tiene bien a la vista. Lo único que le faltaba eran dos luces para que se parezca al obelisco donde todos van a protestar. Si hubiera sido allá, seguramente yo le echaría la culpa a Cristina. En Argentina es mas simple: la culpa de todo la tiene la ex-Presidenta. Aquí las cosas son diferentes y tuve que contener los insultos contra la balanza porque me acordé que fui yo mismo quien se la había regalado a mi hija hace un par de años.
Yo soy ladrón de besos y cuando una chica joven y lindona se me pone al frente, aunque sea para preguntarme la hora, yo aprovecho para robarle un beso. Es una cuestión cultural. Aquí en Francia me miran sorprendidas, se ríen, me dicen qué loco este tipo y siguen su camino. Por supuesto, hubo una vez que una chica me cacheteo, pero hubo otra que expresó: “no es así como se hace” y me dio un beso que me dejo atolondrado.
En Argentina, las cosas son diferentes, tenía que cuidarme muchísimo, porque cada vez que le robaba un beso a una chica ya se creía que estábamos de novio. Y en las pocas veces que caí en una cama me preguntaron cuando nos casábamos. Sin duda los choques culturales eran grandes! Los últimos meses decidí ser monje y me encerré en una casa en plena zona rural para evitar las tentaciones!


sábado, 27 de junio de 2020

Hablemos de amor


Juan Carlos Alarcón

El otro día, cuando necesitaba ubicar una amiga con la cual trabajo y que anda medio prófuga; su mamá me dijo: “La nena está saliendo con un pibe y ha perdido los pedales”.
Por supuesto, ya no se puede creer en las promesas de citas de trabajo con amigas enamoradas y decidí ir al cine a ver “Identificazione di una donna” (identificación de una mujer), un viejo filme de Michelangelo Antonioni que realizó en el 1982. Pocas personas conocían mejor a la mujer que él. Pero a la salida del cine me encontré con otra chica que estaba medio destruida por haber amado. Eso me hizo pensar ¿qué es lo que yo hacía cuando una mujer me abandonaba y quedaba dolorido y embroncado? Yo canalizaba mis penas escribiendo poemas, cosa que nunca me solucionó el problema con las mujeres, y como fueron tantas las que me largaron eso hizo que me transformara en poeta y hasta pude publicar varios libros. La gente con experiencia diría: no hay mal que por bien no venga.
Esto del amor es simpático y pertenece a lo cotidiano de cualquier persona. Teorías se han desarrollado demasiadas. Pero cuando uno habla de amor, sin lugar a dudas también está hablando de sexo, a tal punto que también escuché decir que era mejor tener amigas que pareja, porque el sexo echa todo a perder y complica las relaciones entre los seres humanos. Claro, yo soy un viejo setentista con teorías hippies comunitarias y recordé rápidamente a James W. Prescott, nuestro ideólogo intelectual de la época, que decía convencido que la privación de placeres físicos constituían la raíz de la violencia, porque cuando los circuitos del placer están encendidos los de la violencia están apagados y viceversa. Según el gran James, una personalidad orientada hacia el placer manifiesta raramente un comportamiento agresivo mientras que una personalidad violenta casi no es capaz de experimentar y de gozar de actividades sensualmente placenteras. En resumen, si el placer o la violencia se acrecientan el otro decrece.
Si Trump hubiera leído a James Prescott seguramente que en vez de enviar a sus soldados cargados con armas y municiones los hubiera enviado con preservativos y flores, yo les aseguro que eso hubiera desorientado a cualquier enemigo. Esto me lleva a pensar que el amor también podría ser una cuestión política, de socialización entre los seres humanos.
Según Helen Fisher, famosa antropóloga que estudia la química del cerebro involucrada en el amor y el sexo, explica que hay tres motores para las interrelaciones: el sexo, el amor (“cuya actividad cerebral es muy parecida a la de la coca) y el apego. Aunque uno, no lleve necesariamente al otro. El orgasmo genera las sustancias químicas necesarias para generar y sentir apego. Cuando no hay orgasmo, no hay apego y sin apego no hay sociedad. Una excelente razón para tener sexo creando un compromiso social. No importa si cuando nos abandona la pareja que nos dejan con una rabia inconmensurable recurrimos a “Poema a una mujer” de Cortazar para consolarnos.
“Eso es hacer el amor como los animales” me replicó escandalizada una vez una mujer que había hecho de la fidelidad un templo de idolatría. Pero reconozco que la idea de hacer el amor como los animales es siempre tentadora, y allí siempre hay un etólogo para ver los rituales del cortejo y el apareamiento como armoniosas aventuras, los delfines tienen sexo por placer como los seres humanos y el cerdo tiene orgasmos que duran 30 minutos. Claro que hay etólogos que agregan que hay algunos animales no cooperativos, como por ejemplo la mantis religiosa en la cual la hembra se come al macho durante la cópula. Yo conocí seres humanos que hacían casi lo mismo. Existen conflictos de intereses entre macho y hembra en el cortejo y el apareamiento.
La cuestión es que el sexo es visto como formando una incómoda alianza, en la cual cada uno trata de maximizar su propio éxito en propagar sus genes. Los animales cooperan porque ambos propagan sus genes por medio de la misma progenie y por lo tanto cada uno apuesta el 50 por ciento en la supervivencia de las crías. Pero si tenemos en cuenta lo que explica del ser humano la neuropsiquiatra Dra Louann Brizendine en The Female Brain, el 85% de los hombres entre 20 y 30 años piensan en sexo ¡cada 52 segundo! ¿Cómo no voy a estar nostálgico de mis 30 años?
En Archives of Sexual Behavior, psicólogos de la Universidad de Texas publicaron y caracterizaron 237 razones sobre porqué deseamos tener sexo hombres y mujeres, lo que demuestra la complejidad psicológica del tema. 237 razones en el lenguaje corporal, comandado por el cerebro, es un laberinto más complicado que un teorema de Pitágoras. Entonces cuando mi amiga preguntó que consejo podría darle para vencer el sufrimiento que estaba produciendo esa ruptura de amor. El consejo que me salió fue simple, sobre todo para quienes van a debutar a ser infieles: No se dejen descubrir como estúpidos... ¡sobre todo la primera vez!




viernes, 12 de junio de 2020

La venganza se come en plato frío


Juan Carlos Alarcon


Yo podría haber sido jugador de fútbol, acaso mejor que Maradona y Messi juntos, pero mi papá que tenía un humor raro me cortó las ganas de raíces. Siempre me retaba porque yo tenía la costumbre de patear todo lo que encontraba tirado en mi camino: latas de tomates, cajas vacías de cartón de vino chinche, hasta el “Soberbio” debía andar esquivando mis chuteos.
Todavía lo recuerdo. Mi papá escribía con la derecha pero a la taba la hacía bailar con la mano izquierda. Papá era un gigante que solo reventaba los pulmones para expresar los goles de Racing de Córdoba. Eran momentos muy excepcionales que solo ocurrían una vez o dos veces al año.
Un día casi se murió de tanto reír. De viejo me confesó que hasta le había dolido el pecho. Fue cuando quiso curarme esa manía de patear todo y metió una bocha de madera adentro de una media y la dejó a un costado del patio de tierra. Carajo, yo la pateé como si fuera un penal!!!
Me llevaron a ver a doña Rosa, la curandera sin titulo del barrio, porque creían que yo me había quebrado los tres dedos más lindo de mi pie.
Mientras mamá explicaba a doña Rosa el accidente, papá se puso a comer una manzana para taparse la boca y así no volver a tentarse de la risa. Pero la curandera salió cara. A doña Rosa se le pagaba con gallinas y como las únicas que quedaban en el gallinero de casa eran las ponedoras mi mamá le dio el gallo, ese que le llamaban el “Soberbio” por su manera engrupida de pararse.
Mi papá largó lágrimas, pero con mamá no se discutía, y el camino de regreso lo hizo rabiando entre los dientes, hasta chuteó un perro que se le cruzó entre sus piernas. Fue así que mi papá dejó de ir, los domingos a la mañana, a los combates de riña de gallos y, desde entonces, lo obligaron acompañarnos a la misa. Le cagaron el “Soberbio”. Y esa fue mi mayor venganza!

jueves, 21 de mayo de 2020

ANÉCDOTAS DEL ENCIERRO


Juan Carlos Alarcon

La carrera:
Ayer tenía turno con mi médica en el hospital. Dos ambulancia llegamos casi al mismo tiempo y dejaron las dos camillas una al lado de la otra bloqueando las puertas corredizas, mientras ellos cerraban sus vehículos. Cada una va con dos personas para-médicos. Luego, los cuatro se miraron extrañamente; entonces uno me dijo a mi: “Agárrese fuerte de los costados”.
Los hospitales tienen un protocolo donde todos los pacientes deben pasar por ventanillas administrativas antes de ir al consultorio externo para que los atienda el médico. En general hay filas impresionantes de espera, pero solo una ventanilla es prioritaria para las ambulancias. Allí se veía que no había nadie y las dos camillas circulamos corriendo para llegar primero. Nosotros ya le habíamos sacado un poco de ventaja cuando vino corriendo un tipo detrás y nos paró de golpe:
-Aquí no entra nadie sin lavarse las manos, dijo y nos tiró varios chorros de alcohol gel sobre las manos para que nos higienizaremos bien. Cuando continuamos ya el otro grupo nos había ganado.
-Jodeme!..., diría mi sobrinita Lisbeth.
Por primera vez yo hacía una carrera en vehículo co-guiado por dos chóferes y la perdimos por cuestión de la burocracia institucional.

Justo lo que prefiero:
Me digo que esto, del de-confinamiento paulatino, me trae líos familiares y uno debe saber tirar conclusiones. Resulta que tengo un nietito que es un desgraciado: me ve comiendo helado y me dice “justo lo que yo prefiero!...”  Me ve con un chocolate, “justo lo que yo prefiero!...” y siempre me está cagando con todo.
Mi hija me habló por teléfono para decirme que pasaba por casa con su hijo, el atorrante. Entonces pensé que esta vez no me embromaría así es que, cuando entraron yo manotee el escobillón y cuando mi nieto iba hablar, lo corté en seco: “Sí, ya se, es justo lo que vos prefieres!!!” y con la cabeza le señalé el comedor. El desgraciado me miró fijo y respondió: “No, no!... Eso es lo que prefiere mamá!” En resumen, mi hija se puso a limpiar mi casa y el atorrante de mi nietito fue a la cocina, se bajó el barbijo a su cuello y volvió con un frasco de dulce de leche que yo venía de comprar, luego, respetando la distancia social, se sentó en el sofá con los pies cruzado a comerlo con una cuchara mientras miraba TV.
Ahora mi hija casi no me habla y mi nieto me dejó casi sin dulce de leche. Conclusión, tengo que cambiar de familia para evitar los problemas y poder vivir tranquilo.

Es fácil no querer más
En estos periodos de encierro es fácil dejar de querer a una mujer. Aquí estamos en plena primavera, hay un sol hermoso y la temperatura es bastante agradable. Entonces con un poco de esfuerzo saqué una silla al balcón de mi casa y me senté con la cabeza hacia atrás disfrutando del momento. Fue cuando entró la enfermera que viene todos los días a visitarme. Yo estoy enamorado de ella a pesar que nunca le vi la cara completamente ni la piel de sus manos. Ella me vio y gritó: “Qué diablo hace allí?” y me agarró de una oreja y me llevó de nuevo a la cama. Por supuesto, allí dejé de quererla!


Caricias:
-“Che loco, vos sos de población en riesgo, tienes demasiado años y estas bastante achacado; con esto del covid-19 ya no podes salir más a la calle ni para comprar tus cigarrillos”
-Y cómo hago para visitar a mi adorable médica? Además es joven y hermosa.
-Pero no podes tocarla, y mi amigo se mató de risa.
-Juass, no importa, es ella que me toca a mí



La solidaridad:
Hace unos días me sucedió algo que me llevó a reflexionar, hasta dónde puede llegar la solidaridad en este tiempo
Me levanté temprano, me lavé bien las manos, la cara y me puse un  barbijo. En el momento de salir a la calle me crucé con un vecino que dijo;”Qué hace afuera? Si necesita algo dígamelo que yo voy por Ud.”
 Yo sonreí y le respondí; Dale!!! Entonces le di la ordenanza médica, ya que todas las semanas debo ir al laboratorio medicinal a que me saquen sangre. Mi vecino me miró con cara de pena y me devolvió la receta médica:
-”Bueno, si se cruza con algún virus dele saludo de mi parte, y entró de nuevo en su casa.”