miércoles, 2 de diciembre de 2020

El misterio de un pancho



Hay misterios que quedaran misterios toda la vida. La noche estaba fría, pocas ganas de cocinar, poca mercadería en la heladera. Bueno, un pancho con dos salchichas, mayonesa y un resto de chips triturado. Cuando voy a la Argentina, por todos los lugares que paso trato de comer un pancho gigante para ver las diferencia regionales.

Aquí en Francia no es el mismo pan, el hot-dog no es el pancho; pero, bueno “es lo que hay” diría mi sobrina Caro cuando me hacia comer tres veces por semana polenta con queso.

Miré el pancho para ver por donde lo atacaba. Asociación de idea?... Recuerdos que a veces brotan como vertientes?... Lo cierto fue que pensé en un día que llegué a la Argentina. Por ese entonces Alfonsin ya era Presidente y nosotros, los prohibidos, ya podíamos visitar la familia y los amigos. El camino era simple, de Ezeiza a Retiro y de Retiro en colectivo hasta Paraná. Así comenzaba mi peregrinaje, después por todo el país.

Recuerdo que estaba en Retiro y debía esperar un par de horas mi colectivo, y me senté en los andenes, desde donde salen los vehículos para todo el país. Una mujer policía se paseaba de una punta a la otra controlando las incivilidades que pudieran ocasionarse. A pesar que vi el piso lleno de colillas de cigarrillos, me acerqué a la mujer policía y le pregunté si allí se podía fumar, quien me miro de los pies a la cabeza y me respondió: No, poder no se puede, pero esta consentido. Yo fumé mi cigarrillo tranquilamente cuando veo que adentro había un quiosco que vendía panchos gigantes. Ni dudarlo, entré me compré uno con una gaseosa y volví afuera donde había dejado mi valija.

Yo estaba saboreando mi pacho cuando la mujer policía se me acercó y me dijo: “Señor Alarcón, no creo que este sea un buen lugar para esperar su transporte; seria mejor que buscara otra forma de desplazarse” Y siguió caminando.

Acostumbrado al pasado, todo mi cuerpo se tensó de golpe. Acaso fue el instinto, que se despertaba muchas veces en época de la dictadura y sin haber terminado de comer, arrojé los restos adentro de un tacho de basura y salí de la Terminal de Ómnibus; tomé un taxi hasta Aeroparque donde saqué pasaje en el primer avión que salia para algún lugar conocido. Llegué a Pajas Blancas, en Córdoba; nuevo taxi a la Terminal de Ómnibus local y allí tomé el colectivo que iba a Paraná.

Nunca supe por qué la mujer policía me pidió salir de Retiro. Podría imaginar que ella vio las etiquetas pegada a mi valija y se dio cuanta que yo venia del extranjero; podría... Pero cómo es que sabia mi apellido? Porque fue por mi apellido que ella se dirigió a mi. Es un misterio que jamas pude descifrar.

 

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