jueves, 8 de abril de 2021

Anécdotas de Calchines



I - De mis anécdotas de Calchines:


El problema que uno tiene cuando ya es viejito es que pierde el sentido del espacio y, al caminar, se debe tener cuidado. Yo vivo en un pueblo, cuyo inconveniente es que las veredas son totalmente desniveladas, por eso cuando debía cruzar la calle para ir al único cajero, me detuve un tiempo largo calculando la distancia que había entre el cordón y la calle. De pronto el policía que cuidaba el banco, al lado del cajero, se me acercó cruzando la calle. Por supuesto cuando lo vi yo levanté mis brazos y grité:

- Soy buenito e inocente!

El policía se sorprendió, pero terminó respondiéndome:

- Cállese la boca y deme el brazo que lo ayudó a cruzar la calle. 




II  Anécdotas de Calchines.


Calchines es un pueblo rural donde todos se conocen, donde todos se saludan. Mi sobrino, Tavi, que trabaja en el campo, siempre traía a casa verduras de todo tipo: zanahorias, zapallitos, ensaladas... A lo que yo siempre respondía.

- No me gustan las verduras!… No lo dejen entrar más al Tavi a casa. Yo lo único que como son las papas.

Al día siguiente, mi sobrino caía con calabazas y yo repetía lo mismo, no me gustan las calabazas, yo como solamente papas.

Así iban pasando las semanas hasta que un día entro sin nada y dijo que necesitaba ayuda. Y, como a mi me gusta reflexionar, me dije: Sonamos, es periodo de berenjenas y salí corriendo para el fondo a esconderme. Pero al rato apareció con su hermana, la Caro, y riéndose comento:

- Tío, a vos te gustan las papas? Bueno, esta vez te traje papas.

10 bolsas bajo del camión para que no lo jodiera más. Durante un mes estuve desayunando, almorzando, merendando y cenando papas fritas, papas al horno, ensaladas de papa, hasta papas con dulce de leche termine comiendo.

Ahora, cuando hago un pollo con media papa al horno, me acuerdo siempre de eso.




III - Anécdotas de Calchines:


Lisbeth, la hija de la Caro, que viene de cumplir 15 años, se aprovecha del anciano de su tío abuelo. El otro día me dijo:

- Tío, todavía me debes 100 pesos.

- Ahh!… Cua… De qué?

- De cuando yo tenía el restaurante, y se mató de risa.

Hoy los chicos no tienen piedad de los viejitos. Recuerdo cuando Lisbeth tenía 6 años, en el patio de la casa había instalado una cocina y cuando yo me sentaba debajo del árbol de mandarinas para fumar y leer un libro, ella venía corriendo, ponía una mesita delante mio y preguntaba: Qué querés comer, tío? En general, yo le pasaba el mismo pedido: Un buen café, un par de tostados y un jugo de naranja.

Al rato volvió con una tacita de plástico con el café, que era agua con barro, en un platito con sus cubiertos me traía los sándwiches tostados que eran diferentes hojas del suelo y un vasito con agua coloreada. Entonces, hacia la cuenta y me decía un monto. Yo le respondí que en ese momento no tenía dinero, si me podía dar crédito.

- Tío, no hay problema; entonces sacaba de su carterita unos papelitos de colores, cada uno con el nombre de sus clientes, buscaba el mío y anotaba el crédito que me estaba dando.


Parece que ahora, a los 15 años, ella encontró esos papelitos y sentándose frente mio lo puso sobre la mesa y seriamente me largo:

- Tío, todavía me debes 100 pesos




IV - Anécdotas de Calchines:


Cuando regresaba a casa, yo lo hacía por la otra calle paralela, la de los muertos como solía llamarla; también era una calle de tierra que pasa al costado del cementerio del pueblo. Es mi paso predilecto porque las veredas están llenas de árboles de moras: entonces aprovecho y con solo estirar los brazos recojo y me pongo a comer. Sólo que en vez de comer las moras de a una las trago de puñados hasta que no doy más y allí continuó tranquilo para cruzar la ruta volviendo a casa.

Un día apareció la María José Vergara y cuando me vio colgado a las ramas de uno de los árboles de moras pegó un grito: Juan, pare de comer que después andará con dolores de estómago! 

- No importa, cuando llegue a casa le pido a mi prima Luly que me cure el empacho!




V - Anécdotas de Calchines:


En la esquina de la plaza hay un negocio que no se como se llama, pero sí la dueña, Silvia, que me puso la mercadería que compre en una bolsa y cuando salí empecé a dudar, si volver directamente a casa o entrar en la heladería del lado. Decidí comprar como dos kilos de helado surtido porque nunca se las preferencias en casa. En una mano llevaba la bolsa que me había dado Silvia y, en la otra,  el bastón con que me apoyo más la bolsa con helados. Se me cayó la bolsa con el bastón y cuando me agaché para recogerla se me cayó al piso la otra bolsa de plástico desparramándose la mercadería. Allí apareció corriendo la Caro que no me deja andar solo. Entonces le dije:

- Crees que soy tan inútil que no puedo llevar solo estas cosas? 

Ella  recogió las dos bolsas.

- Tío, nunca fuiste capaz de hacer dos cosas a la vez, ni siquiera podes cruzar la calle masticando al mismo tiempo un chicle; y se mató de risa.




VI - Anécdotas de Calchines:


Para poder reciclar cualquier cosa se necesita ser creativo, Siempre lo pensé. 

Resulta que me había quedado solo porque todos se habían ido al pueblo hacer compras. Cocinar siempre me atrajo; entonces hurgué en algunos estantes y lo único que encontré fue azúcar, un frasco de vainilla y bicarbonato; en la heladera la leche nunca faltaba. 

- Perfecto, me dije. Voy hacer dulce de leche ! 

Tuve un pequeño problema, se pegó y se quemó tanto que tuve que tirar la olla a la basura porque ya no serviría más. Bueno, en realidad decidí reciclarla y la dejé en el patio, al lado de un árbol. De esa manera se reciclaba en cenicero y, de paso, no me tirarían las orejas por arrojar las colillas por cualquier lado.

Esa tarde cuando hicieron tortas fritas, vi que habían pasado también por el supermercado El Kapote y el Emilio le había encajado un pote de dulce de leche porque sabía que era mi confitura preferida.

Todos contentos, mis sobrinas no gritarían más por los puchos tirados en el patio y yo volvería atragantarme con tortas fritas y dulce de leche. 

Claro que el olor a quemado en la cocina quedó impregnado por varios días. Yo sonreía, y pensaba en lo que a menudo decía: ¡la vida no es siempre perfecta!




VII - Anécdotas de Calchines:


Mi sobrina me dijo; Norita, tiene un amigo imaginario. Norita es la hija de mi otra sobrina, la Lici.

- Cuál es el problema?

- Que juega, le habla y a veces hasta se pelea y se enoja.

Yo sonreí y le respondí: No es imaginario, para ella es real y es por eso que con su amigo imaginario puede hablar, ser feliz e igualmente sufrir cuando pelean. 

Me quedé pensando un rato: ¿Quién mejor que yo para entender a Norita? Yo que tengo novias imaginarias, que las quiero hasta la locura, que me hacen reír con sus historias y estremecerme todo cuando me besan. Mas de una vez he terminado llorando cuando se iban con otro. Natividad, mi hija, que es psicóloga, un día supo decirme: Lo imaginario también es real, es como el alma que uno no la ve, pero que te sacude entero en muchos momentos de la vida.