Juan Carlos Alarcón
Como de costumbre las hermanitas
Cruz entraron a casa como un torbellino y por detrás su padre, mi hijo, que se
hacia el tonto. Las 3 Cruces, como yo les llamo, son mis tres nietas: Magdalena
Cruz, Massilia Cruz y Mariana Cruz.
La gran incógnita familiar es: por
qué a sus tres hijas le pusieron el mismo segundo nombre? Mi teoría es porque
cuando llaman a una sola lo hacen por su primer nombre, pero cuando quieren
retar a las tres, porque han hecho alguna macana, sus padres gritan: Cruz!... y
las tres se detienen de golpe, sonriendo como si fueran tres angelitos.
Las hermanitas Cruz funcionan como
trillizas, pero no lo son, se llevan dos años entre cada una de ellas. Y aunque
las travesuras las hacen juntas cada una tiene su propio carácter. Magdalena es
muy charlatana, habla hasta por los codos dirían en Argentina; Massilia es pura
sonrisa pero muy inquieta, “demasiada” aclararía su abuela y, Mariana, con sus
enormes ojos azules se pasa observando para todos lados hasta que encuentra
algo que pueda servirle para jugar o encapricharse. Las nenas corrieron a
hurgar toda la casa porque saben que en algún lado yo tengo escondido alfajores
de fruta y caramelos de leche.
Cuando mi hijo entró a casa y por
los ojos que puso, aunque no dijo nada, seguro que debió pensar que me había
vuelto loco.
Sobre la mesa del comedor yo había
puesto todos los vasos que tengo boca abajo, hasta por las dudas también tiré
las flores y puse boca abajo los dos jarrones. El consejo de hacer eso me lo
dio Silvia Mouzo, Vipi, cuando hace algunos años le comenté que llevaba días
buscando unos papeles que no podía encontrar. Según ella, si ponía un vaso boca
abajo, eso me ayudaría para acordarme y encontrar mis malditos papeles. Pero,
como al día siguiente, yo seguía sin encontrar nada, me dije que tal vez mis
vasos eran pequeños y puse todo lo que tenía boca abajo. Nunca hallé nada, pero
continué haciéndolo cada vez que se me extraviaba algo.
Magdalena se paró a un costado de la
mesa y luego de pensar un rato, preguntó si eso era una escultura. Ella se
venía de acordar que una vez la habían llevado a una exposición donde todos los
techos estaban cubiertos de tenedores, cuchillos y cucharas que colgaban.
Mi hijo que bien conocía esta manía
mía, me preguntó: qué perdiste esta vez?
- Mis dientes! Hace días que lo
estoy buscando.
Este largo periodo de usar el tapa
boca tiene su pro y su contra. La parte positiva, más allá de evitar el virus
maldito, era que siempre andaba con la boca cubierta y no tenía que preocuparme
por andar poniéndome a cada rato la dentadura postiza. Lo contra fue que hace
tanto tiempo que no usaba los dientes postizos que los había perdido, ya ni
idea dónde los guardé
Entonces, Massilia pegó un grito de
contenta y apareció con un paquete sin abrir de alfajores que encontró en mi
dormitorio adentro del ropero.
Una hora más tarde se fueron y yo
los saludé desde la ventana mientras se acomodaban en el auto. De pronto
Mariana comenzó a gritar y llorar. Mi hijo se bajó y volvió a entrar a mi casa
para devolverme mis dientes. Mariana los había encontrado y se los llevaba para
jugar con sus muñecas.