A veces cuando me preguntan la diferencia entre solidaridad y paternalismo, cuento esta historia.
Mis amigos no eran todos muy normales, estaba el Chito,
el loco Chito como le decíamos, que parecía que se había escapado de una
revista de historietas y, sobre todo, tanguero hasta la médula.
Recuerdo la primera vez que me acompañó en el auto hasta
Italia. El Loco Chito justo venía de hablar por teléfono a mi casa y lo atendió
Silvia, mi esposa, que le respondió que estaba preocupada porque yo me iba para
Italia y no andaba muy bien de la cabeza. Se inquietaba que viajara solo.
Entonces el Chito le dijo que me pasara el teléfono y me preguntó cuándo me
iba.
- Después de comer; le respondí mientras ya lo estaba
haciendo.
- Podes salir un par de horas más tarde? Me gustaría
aprovechar el viaje, porque no conozco Italia y me gustaría ir con vos.
Un par de horas más tarde pasé a buscarlo por su casa y
salimos para Italia. Íbamos en plena ruta charlando de todo y de nada. A mi me
encanta el folclore argentino y puse un casete con música de mi provincia. El
loco Chito no dijo nada y miró los estuches, todos eran de música folclórica,
como lo hice siempre. Él los agarró, abrió la ventanilla del auto y los fue
tirando afuera uno por uno.
- Qué haces loco?
- Eso no es música y vas a romperme los oídos, dijo.
Abrió su mochila y sacó varios casetes y empezó con un
tango de Piazzolla.
El Chito era así, no al pedo lo llamábamos el loco Chito.
Me tiró al diablo toda mi música de folclore. No tenía idea lo que podía
significar la palabra consensuar.
Llegamos a Padova bien de madrugada y dijo: vamos a tomar
un café
Por la hora no encontraríamos nada abierto, así es que
fuimos hasta la estación de trenes. El único lugar donde habría un bar abierto.
En el mismo mostrador yo solicité 2 cafés y alguna
tostadas con manteca, que era lo único que tenían.
De pronto me dijo: ya vengo, pero se demoraba y comencé a
inquietarme; sin embargo, apareció sonriendo y se puso a terminar su café que
ya se le había enfriado.
- Bueno sigamos hasta la vivienda donde podré dormir un
rato, comenté mientras intentaba salir del bar.
- No, pedí otros 2 cafés, que dentro de una hora pasa un
tren que va a París y ya saqué pasaje.
- Ahhh!…
- Vine solamente para acompañarte en el viaje, porque
Silvia me explicó que estaba muy preocupada sabiendo que ibas a venir de noche
cruzando los Alpes.
El Chito era así: loco, pero con un corazón grande como
una iglesia.