Juan Carlos Alarcón
El otro día, cuando necesitaba ubicar una amiga con la
cual trabajo y que anda medio prófuga; su mamá me dijo: “La nena está saliendo
con un pibe y ha perdido los pedales”.
Por supuesto, ya no se puede creer en las promesas de
citas de trabajo con amigas enamoradas y decidí ir al cine a ver
“Identificazione di una donna” (identificación de una mujer), un viejo filme de
Michelangelo Antonioni que realizó en el 1982. Pocas personas conocían mejor a
la mujer que él. Pero a la salida del cine me encontré con otra chica que
estaba medio destruida por haber amado. Eso me hizo pensar ¿qué es lo que yo
hacía cuando una mujer me abandonaba y quedaba dolorido y embroncado? Yo
canalizaba mis penas escribiendo poemas, cosa que nunca me solucionó el
problema con las mujeres, y como fueron tantas las que me largaron eso hizo que
me transformara en poeta y hasta pude publicar varios libros. La gente con
experiencia diría: no hay mal que por bien no venga.
Esto del amor es simpático y pertenece a lo cotidiano de
cualquier persona. Teorías se han desarrollado demasiadas. Pero cuando uno
habla de amor, sin lugar a dudas también está hablando de sexo, a tal punto que
también escuché decir que era mejor tener amigas que pareja, porque el sexo
echa todo a perder y complica las relaciones entre los seres humanos. Claro, yo
soy un viejo setentista con teorías hippies comunitarias y recordé rápidamente
a James W. Prescott, nuestro ideólogo intelectual de la época, que decía
convencido que la privación de placeres físicos constituían la raíz de la
violencia, porque cuando los circuitos del placer están encendidos los de la
violencia están apagados y viceversa. Según el gran James, una personalidad
orientada hacia el placer manifiesta raramente un comportamiento agresivo
mientras que una personalidad violenta casi no es capaz de experimentar y de
gozar de actividades sensualmente placenteras. En resumen, si el placer o la
violencia se acrecientan el otro decrece.
Si Trump hubiera leído a James Prescott seguramente que
en vez de enviar a sus soldados cargados con armas y municiones los hubiera
enviado con preservativos y flores, yo les aseguro que eso hubiera desorientado
a cualquier enemigo. Esto me lleva a pensar que el amor también podría ser una
cuestión política, de socialización entre los seres humanos.
Según Helen Fisher, famosa antropóloga que estudia la
química del cerebro involucrada en el amor y el sexo, explica que hay tres
motores para las interrelaciones: el sexo, el amor (“cuya actividad cerebral es
muy parecida a la de la coca) y el apego. Aunque uno, no lleve necesariamente
al otro. El orgasmo genera las sustancias químicas necesarias para generar y
sentir apego. Cuando no hay orgasmo, no hay apego y sin apego no hay sociedad.
Una excelente razón para tener sexo creando un compromiso social. No importa si
cuando nos abandona la pareja que nos dejan con una rabia inconmensurable
recurrimos a “Poema a una mujer” de Cortazar para consolarnos.
“Eso es hacer el amor como los animales” me replicó
escandalizada una vez una mujer que había hecho de la fidelidad un templo de
idolatría. Pero reconozco que la idea de hacer el amor como los animales es
siempre tentadora, y allí siempre hay un etólogo para ver los rituales del
cortejo y el apareamiento como armoniosas aventuras, los delfines tienen sexo
por placer como los seres humanos y el cerdo tiene orgasmos que duran 30
minutos. Claro que hay etólogos que agregan que hay algunos animales no
cooperativos, como por ejemplo la mantis religiosa en la cual la hembra se come
al macho durante la cópula. Yo conocí seres humanos que hacían casi lo mismo.
Existen conflictos de intereses entre macho y hembra en el cortejo y el
apareamiento.
La cuestión es que el sexo es visto como formando una
incómoda alianza, en la cual cada uno trata de maximizar su propio éxito en
propagar sus genes. Los animales cooperan porque ambos propagan sus genes por
medio de la misma progenie y por lo tanto cada uno apuesta el 50 por ciento en
la supervivencia de las crías. Pero si tenemos en cuenta lo que explica del ser
humano la neuropsiquiatra Dra Louann Brizendine en The Female Brain, el 85% de
los hombres entre 20 y 30 años piensan en sexo ¡cada 52 segundo! ¿Cómo no voy a
estar nostálgico de mis 30 años?
En Archives of Sexual Behavior, psicólogos de la
Universidad de Texas publicaron y caracterizaron 237 razones sobre porqué
deseamos tener sexo hombres y mujeres, lo que demuestra la complejidad
psicológica del tema. 237 razones en el lenguaje corporal, comandado por el cerebro,
es un laberinto más complicado que un teorema de Pitágoras. Entonces cuando mi
amiga preguntó que consejo podría darle para vencer el sufrimiento que estaba
produciendo esa ruptura de amor. El consejo que me salió fue simple, sobre todo
para quienes van a debutar a ser infieles: No se dejen descubrir como
estúpidos... ¡sobre todo la primera vez!