sábado, 24 de mayo de 2014

Los Jardines de Luxemburgo

por Juan Carlos Alarcon


Dicen que París es una ciudad que se descubre a dos y es mejor cuando se lo hace de la mano o entrelazando el brazo en la cintura, caminando despacio para no entrecruzarse solamente con la gente sino para compartir entre todos el asombro que nos produce a cada instante.


En París el sol es un artículo de lujo y es por eso hay que expropiárselo de fuerza. Hay que darse el tiempo de descubrir la ciudad como si fuera la primera vez, con la capacidad del asombro sobre cada rincones. Yo iba pensando esto en el subterráneo; entonces, decidí descender en la estación frente a la plazoleta Saint Michel para admirar la escultura de Miguel Angel sobre la fuente de aguas cristalinas que indica la entrada al barrio latino.

Yo se que si monto por el bulevar Saint Michel hasta al final del barrio latino, mordiendo con el barrio de Saint Germain de Prés, me encuentro con Los Jardines de Luxembourg donde las rosas rojas son más rojas, donde los arboles centenarios son más centenarios, donde los rayos de sol son más dorados, donde los senderos sinuosos son más sinuosos y donde centenas de sillas metálicas se dispersan entre los árboles.

Los jardines de Luxembourg en verano es el lugar preferido de los enamorados, de los solitarios lectores de novelas y de todos los que desean gastar el tiempo reposándose de los trajinares cotidianos.

Pensé que valía la pena pegar un salto hasta allí, y fui caminando, redescubriéndolo a cada paso, sintiendo los recuerdos que esa zona me provocaba. Desde hace más de un año, ese es un territorio no aconsejado para mí.

Crucé el bulevar Saint Germain y luego la calle Ecole de Médecine y de pronto me encontré de golpe con la Plaza de La Sorbona. Allí me detuve un instante. Al fondo de la plazoleta, la Universidad de La Sorbona se yergue majestuosa con su historia ilustre de cultura, de personajes insólitos y de sus movimientos sociales producidos por sus estudiantes. El Bulevar Saint Michel a esa altura es un enjambre de juventud y de informalismo. Los estudiantes han recreado un mundo propio sin acondicionamientos sociales ni tabúes. Ellos se sientan en el piso, sobre los canteros y sobre cualquier espacio libre donde pueda entrar un rayo de sol, allí están con sus libros y sus botellas de agua mineral desafiando el calor del verano sin temor a desvestirse, mostrando su cuerpo para aprovechar las caricias del sol, tampoco les importan las miradas de los turistas ni de los adultos que cruzan curiosos. Los adultos buscamos los bullicios de los bares rodeando la plaza para observar de reojo esas estudiantes que, como diosas paganas, se enfrascan en sus lecturas o discusiones teóricas del mundo y de la vida.

Allí un día, yo también me enamoré de una estudiante. Pero me abandonó más tarde porque yo tenia 25 años más que ella. Viendo esas estudiantes los recuerdos golpearon y sentí un gusto amargo bajo el paladar porque eso fue una herida que tarda cicatrizar. Entonces, para consolarme, me dije: ¡Nací amante no héroe!...Eso me tenía que suceder por enamorarme de una joven, cuando las jóvenes toman todo a la tremenda y ni siquiera son capaces de hacer concesiones. Ellas saben que en la esquina siguiente las espera otro hombre que puede ser también otro amor. Lo verifiqué recientemente con otra joven, que además era chúcara. En cambio el amor a los 55 años es cerebral y con menos oportunidades, tiene color a soledad y a letras negras de Internet.

Unos metros más arriba de La Sorbona comienza el parque más grande de París. Los jardines de Luxembourg están cercados con rejas y arbustos como para que las miradas exteriores no perturben la tranquilidad del interior. En el centro hay una fuente circular central y una terraza en dos arcos rodeándola, habitadas por esculturas de todas las reinas y príncipes de Francia. Todos los senderos sinuosos de entrada convergen hacia esa fuente entre arboles centenarios, espacios verdes y floridos. Los jardines de Luxembourg es el reino de las sillas y el lugar privilegiado de los enamorados.
 
Sin embargo, no se puede visitar ese sitio sin tener en cuenta, que son los jardines del Palacio de Luxembourg, construido por el arquitecto Salomon de Brosse en 1615 a pedido de la reina de Médecis. Tal vez era romántica, no lo sé; pero sí sé que era una enamorada por el gusto florentino. En el Palacio de Luxembourg, hoy funciona el Senado con su historia a cuesta, porque en París la historia se construyó siempre con sangre. Durante la revolución francesa el Palacio de Luxembourg fue transformado en prisión donde encarcelaron unas 800 personas y un tercio de ellas fueron guillotinadas junto a los jardines. Los franceses siempre gustaron cortarle la cabeza a los opositores y la profesión de verdugo se transmitía de padre a hijos, de generación en generación. Al principio la cortaban con hacha hasta que llegó el modernismo y Guillotin inventó su maquina que bautizarían con su propio nombre: guillotina. Yo hubiera querido utilizar la guillotina contra todos los jóvenes del mundo. Siempre fue un adolescente el que me arruinara los amores.

En el 1944 los alemanes instalaron el centro de comando de las fuerzas de ocupación de la Luftwaffe y las víctimas también se contaron por centenas y centenas. Cada que hay fiesta el Senado prende todas sus luces iluminando los jardines, porque el Senado está a cargo de la administración y del mantenimiento de esos jardines que le pertenecen. Las rosas rojas son más rojas que en cualquier otro lugar de París, y la chúcara no lo pudo conocer porque también tuvo su otro novio que la desvió de su camino.

Hace un par de semanas, sentado en las sillas metálicas junto a la fuente circular, charlando con un senador sobre la Argentina, él me decía que el problema nuestro es que nosotros hacemos la historia de los problemas, pero no los asumimos, que nosotros tenemos un presidente que nos devolvió un nivel de credibilidad a la política. Yo le corregí explicándole que es la política que se reconcilio más con la gente, pero que los partidos políticos no la recuperaron totalmente. Entonces él miró para los costados, deteniendo su mirada sobre las parejas que se paseaban entres los jardines, después observó la fuente de Médecis casi escondida en un rincón entre planta exóticas, y murmuró: En Argentina se habla mucho de criticas, pero tienen procesados 3000 personas entre militares, militantes sindicales, políticos y sociales, eso hay que tenerlo en cuenta. No todos los gobiernos son capaces de llevar adelante situaciones así. Luego se levantó y se fue hacia el palacio sin decir más nada, porque su secretaria venía de buscarlo ya que había nobles europeos que lo estaban esperando.



Lo que yo aprendí de joven era que la vida podía sorprendernos siempre de mil formas diferente. A lo mejor el senador francés tenía razón en su comentario de la semana anterior, pero yo tenía en estos momentos otros intereses, por eso cuando vi una estudiante que leía enfrascadamente un libro de Borges, me dije que toda historia de amor nos fragiliza, nos pone en peligro, pero que vale la pena arriesgar. Entonces, con un cigarrillo en la mano y la mejor de mis sonrisas dominicales, me acerqué para pedirle fuego porque la estudiante tenia unos ojos color cielo que adornaban las flores que la rodeaban. Ella era joven, casi una adolescente y si bien para uno, a los 55 años, el amor es una relación prudente, yo estaba en los jardines de Luxembourg y me acordaba que el general De Gaulle había dicho una vez: “imposible, no es una palabra francesa”.  

3 comentarios:

  1. Hola JUan, hermosa descripción de como caminar por París, te aseguro que viajé con mi imaginación con tu relato, gracias por compartirlo y vaya que la vida nos pude sorprender en algún momento, porque todo es posible ....si uno se lo propone

    Cariños

    ResponderEliminar
  2. Ayer haciendo este mismo camino con la nieta de la poeta Clementina Rossini pense en este mismo escrito y hasta le mostre el bar en la plaza de La Sorbona donde supe encontrarme algunas veces con Cortazar para hablar de Argentina. Pienso que el dia que vos lo camines tb pensaras en este texto.
    un abrazo Romi

    ResponderEliminar
  3. Muy bello y descriptivo tu texto Juan Carlos. Recuerdo que en los albores de un verano parisino paseamos por esos lugares que hoy me recuerdan las fotos de mi nieta y su amiga. Días felices de charlas interminables,como decimos acá "hasta que las velas no ardan" , donde afloraban la amistad, la literatura, los ,paisajes, la historia que retroalimentábamos con imágenes subjetivas. Sería deseable que Mercedes haya experimentado sensaciones parecidas a las que disfruté contigo como guía.Un abrazo Juan Carlos.

    ResponderEliminar