¿Quién era ese colorado que revolucionó el mundo de la pintura después de su muerte y que su vida fue tan trajinada como su propia locura? En realidad el pobre no estaba loco ¡estaba chiflado! más aturdido de la vida que una oveja que entra al frigorífico un día festivo.
Si en vida el colorado Vincent no tuvo mucha suerte con su pintura, se puede decir que tampoco la tuvo con las mujeres. El pobre colorado pasaba de una decepción amorosa a otra. En definitiva, cabeza de zanahoria forjó su carácter con esos elementos y con un misticismos tan exaltado como sus propios tormentos, porque si existía un tipo atormentado en la vida no podía ser otro que el chiflado de Van Gogh.
Ya adolescente, el colorado había sido mordido por el virus del vagabundeo y por un anhelo epidérmico de ser pastor protestante como su padre: ¡Pastor, qué ocurrencia!... Y, haciéndose pasar por pastor en las minas de Bélgica descubrió la miseria humana, la explotación y la muerte de todas las esperanzas del ser humano. Entonces, él dudó de su misticismo religioso y se puso a dibujar como loco ¡como loco que ya era!
Pícaro este Vincent. El era holgazán, no le gustaba trabajar como a todo el mundo. Acaso hasta pudo haber sido escritor porque, durante su existencia, le escribió a su hermano querido Théo ¡más de 700 cartas! Aún cuando en general eran para pedirle dinero. En esas cartas también habla de pintura: de su pintura, de su búsqueda estética, de su gusto por el clasicismo y de sus obsesiones. ¡Y, por Dios que él tenía obsesiones, suficientes como para alimentar a todos los aprendices psicólogos de varias generaciones!.
Vincent se instaló en Inglaterra en 1876 como ayudante de un verdadero pastor; pero las autoridades eclesiásticas continuaron a oponerse y le rechazaron su sueño de Pastor. Y siendo honesto, entre nosotros ¡no estaban muy errados! De todas maneras el loco colorado no llegaba a radicarse mucho tiempo en un mismo lugar.
En Amsterdam él agregó a su vida el alcohol y se volvió un alcóholico de primera que deambulaba arrastrando también su carácter fuerte, porque el colorado, aparte de ser chiflado, tenía un carácter podrido. Sin embargo, la lucidez de ese loco era de saber que estaba repiantado, que era violento y terriblemente depresivo. Y, acariciando su barba colorada, él sintió una vez más que su vida era un infierno y que se deterioraba rápidamente. Pero, más sentía la demencia que lo cercaba, más se ataba a su condición de artista para tratar de sobrevivir de su infierno. Y su producción aumentó enormemente para la felicidad de esos que hoy especulan con el valor de sus cuadros y que hacen de su demencia enloquecer los índices de la bolsa de comercio.
Es difícil hablar del colorado sin hablar de su hermano Théo, que lo ayudó económicamente toda su vida y entre ellos, hay que reconocerlo, hubo una relación muy particular. ¿Es que Théo lo ayudó porque creía en la pintura del colorado o simplemente porque Vincent estaba chiflado? Todavía se aceptan las apuestas para ver quién determina eso con precisión. No importa lo que fuera, el colorado Vincent que pasó su vida haciendo retratos de todos: del padre Tanguy, del doctor Rey, de Millet, de la mujer de Ginoux, de la familia completa de Ravoux, etc., etc. Pero, hecho curioso, nunca pintó un solo retrato de su hermano querido. ¡Sigamos apostando!...
No se puede pensar que Théo era ingenuo. El conocía bien el mundo del arte puesto que era propietario y comerciante de una galería de arte. El no creía en el colorado como artista y utilizaba sus cuadros para hacer regalos a los amigos sin gastar un peso. Eso fue lo que sucedió con la acuarela “Les Toits” que en 1990 se vendiera a 27 millones de dólares ¡Qué dolor para los descendientes de Théo!...
En 1886 París estaba en plena efervescencia. Se discutía de arte moderno por todos los rincones; pero al colorado no le gustaba discutir, él adoraba la soledad y soñaba con irse a la región del Midi francés. Y dos años más tarde se instaló en Arles, la región francesa más japonesa, dirá él mismo en sus cartas. Al principio pareció haber encontrado una tranquilidad espiritual; pero poco a poco los demonios volvieron a danzar en su cabeza y se hacían un festival con las depresiones y el carácter del pobre colorado. Sin embargo él trataba de comprenderse, de comprender las cosas que pasaban en su cabeza y allí pintó su autorretrato ¡40 veces!... como si él tuviera necesidad de observarse, de descubrir cada uno de sus sentimientos malsanos.
De pronto un día la luz se prendió en el infierno de su vida y le vino la idea de realizar un proyecto, el primer proyecto serio de su vida: crear una granja artística. Era un proyecto simpático que hoy, tal vez, hubiera contado con el apoyo de las autoridades y de la dirección de cultura.
El colorado discutió por correspondencia esa idea con su hermano Théo. Esta idea la tiene a pecho y cuando llega Gauguin a la ciudad de Arles, el colorado piensa que su proyecto puede concretizarse ¡Gauguin es amigo de Théo! Pero pobre colorado, aparte de chiflado era incrédulo.
¿Por qué Gauguin fue a visitarlo? El también tenía un carácter fuerte y apasionado, y, a diferencia de Van Gogh, Gauguin vivia bien su época tanto como artista que personalmente. Sus cuadros se venden mucho y está triunfando económicamente. Además Gauguin ya abandonó el impresionismo. Ellos son el día y la noche, y los dos son sectarios y totalitarios en sus pensamientos, en sus posiciones sobre la pintura, sobre sus técnicas y sobre sus maneras de encarar la vida. Todo lo separa.
Es en todo eso que yo pienso cada vez que estoy frente a un cuadro del colorado Van Gogh y eso arruina mi siesta y la belleza estética de su pintura. ¡Mala suerte!...