viernes, 18 de diciembre de 2015

Día de fiesta

Por Juan Carlos Alarcón 

El movimiento de la casa  comenzó temprano,  más  temprano que lo habitual. Yo bebí el mate cocido que me había servido mi mamá con pan casero, todavía caliente porque la abuela lo venía de sacar del horno de barro. Los grandes tomaban mates amargos, salvo mi tía Lici  que tenía un mate aparte ya que ella los tomaba dulce.  

Los otros adultos manoteaban el amargo al paso, luego lo devolvían a la abuela, que parecía tener cien manos que trabajaban al mismo tiempo: en una canasta de mimbre acomodaba un pan envuelto en una servilleta, dos bananas para los calambres del abuelo, un frasco con mermelada que había preparado la noche anterior, dulce de leche sin azúcar para el tío Juan que era diabético, un chorizo seco y los termos con agua caliente para la mateada de la jornada. Al mismo tiempo, la abuela, cebaba mates, fritaba en grasa tortas fritas para agregar a su canasta y daba órdenes para atar los perros y que no mordieran a algún transeúnte extraviado en el paraje cuando la ausencia familiar. 
A las 6 y media de la mañana, el abuelo estacionó la chata frente a la casa y gritó con voz ronca: 
- ¡Vamos que llegaremos tarde! 
- Comienzan a las 8, pero la escuela está abierta todo el día –respondió tía Lici. 
- Es un día importante y yo quiero ser el primero en llegar. 
Tavi era el más chico de mis tíos y el que más daba vueltas antes de salir. La abuela le había planchado dos camisas para que pudiera elegir la que quería ponerse, él se probó las dos pero ninguna lo convencía y le entregó otra para que se la planchara y, la abuela, en un santiamén calentaba la plancha sobre el fuego de la cocina; mientras le decía a tía Lici y a mamá que acomodaran la canasta y unos banquitos sobre la chata del abuelo.  
Yo me instalé cómoda en la parte de atrás de la chata esperando que el resto de la familia también lo hiciera, pero el abuelo me dijo: 
-¡No niña, vaya ayudarle a la abuela!  
La abuela Luli me dio un mantel, dos servilletas y el equipo de mates para acomodarlos adelante ya que, durante el viaje, ella iría cebando mates al abuelo y al Tavi que conduciría. Atrás de la chata, viajaríamos la tía Lici, mi mamá, el tío Juan y yo. Con el tío Juan eran charlas y risas todo el tiempo porque vivía haciendo bromas y que muchas veces sólo él las entendía, aunque todos reían por solidaridad. La familia entera cuidaba mucho de la salud del tío y, la abuela, hasta había hecho venir a la tía Kuqui, la curandera del pago, para que le curara el empacho con la cinta métrica y unas hojas de una planta de insulina para que se hiciera té todas las mañana, pero yo sospecho que mi tío Juan exageraba su enfermedad porque le agradaba bastante que lo mimaran. 
Yo ya sé por quien voy a votar; dijo el Tavi  
¿Es qué estamos hablando del mismo muerto? Preguntó el abuelo riéndose. 
Shhh… el tío es oficialista y puede escucharlos –previno la abuela.  
El tío Juan estaba “achacado” según el diagnóstico de la tía Kuqui y todos lo cuidaban, pero mamá parecía su enfermera y andaba siempre pegada a él controlándole el azúcar y la tensión cada 10 minutos. Lo retaba si comía muchas tortas fritas, pan y cosas dulces. Cuando ella no estaba era yo que le pinchaba el dedo para controlarle el azúcar de la sangre y hasta lo acompañaba cuando el tío salía a caminar por el campo; pero lo que me gustaba era cuando iba a la siesta acompañarme a gimnasia, después nos sentábamos en la plaza y nos comíamos un enorme helado cada uno.  

-¿Ya están todos listo?... ¡Arrancamos! –gritó el tío Tavi y la chata se puso en movimiento. 
Era un día de fiesta y haríamos un picnic en el propio patio de la escuela, al fondo, para no molestar a la otra gente que iban a votar. Eran las elecciones y en mi familia se vivía eso como un día excepcional y de festejos.  
-Parece que allí adelante no fueron al jardín y no aprendieron a compartir –gritó el tío Juan esperando que le pasaran por la ventanilla de la chata un mate. Mamá se tentó de la risa porque ella era maestra de un jardín de infantes.  
-¿Y vos tío Juan, por quién vas a votar? –preguntó la tía Lici 
-¡Al candidato que me pague el choripan más rico!  

4 comentarios:

  1. JAJAJA ME SUENA CONOCIDO EL TEMA.MUY BUENO POR CIERTO.UN ABRAZO

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    1. Me alegro que te haya agrado este texto y gracias por haber dejado tu comentario. Yo estoy esperando tu proximo libro
      jca

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    2. Hasta fines de enero no tendre noticias, cierran por vacaciones en la editorial

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    3. Hasta fines de enero no tendre noticias, cierran por vacaciones en la editorial

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